Ayer me atreví a asistir al homenaje que se ha hecho por las víctimas del ataque terrorista el pasado 17 de agosto en Barcelona. Con algo de recelo, me dirigí hacia las ramblas pero no desde plaza Cataluña, sino que bajé callejeando por el Portal del Ángel en dirección Portaferrissa hasta llegar a la intersección de las Ramblas. Pensé que la furgoneta había terminado en ese punto pero me equivoqué, la distancia que recorrió fue mucho mayor de lo que imaginaba.
Ya en la Rambla me encontré con muchos altares improvisados en los diferentes puntos donde las víctimas cayeron. Continué bajando por ella, llamándome la atención del silencio que se apreciaba a pesar de la multitud de personas que estaba allí también. Al final logré llegar al punto donde terminó este acto tan terrorífico.
En ese punto se encontraba un enorme altar, donde la gente permanecía alrededor de él formando un gran círculo. Se me puso la piel de gallina al ver la cantidad de tributos que había hecho la gente, desde velas, rosas, peluches hasta incluso unas botas del cuerpo de bomberos de Barcelona, que contenía unas preciosas rosas y un mensaje en apoyo a las víctimas, donde expresaban también el no tener miedo. Además, de manera improvisada la gente rompía el silencio sepulcral aplaudiendo y gritando: “No tinc por”.
Después de todo esto, considero que no hay que olvidar al resto de víctimas, como las de los países como Afganistán, Irak, Siria, Somalia, Pakistán, Francia, Londres, Alemania, Bélgica…